miércoles, 28 de junio de 2017

Coatzacoalcos, tierra de nadie

Luis Alberto Romero
Los problemas de inseguridad, violencia y desempleo han generado en el sur de Veracruz un ambiente de preocupación y tensión social que se refleja en la depresión de la actividad económica.
El fenómeno de la ola delictiva se suma a los despidos masivos en Petróleos Mexicanos, Pemex, y en la industria petrolera en general. El comercio registra bajas ventas y de la crisis económica y de seguridad nadie escapa en Coatzacoalcos, Minatitlán y Nanchital.
La zona sur de Veracruz enfrenta días turbulentos y convulsos: no hay empleo; por el contrario, los despidos son comunes, frecuentes; por si fuera poco, la inseguridad se refleja en las calles. En los hoteles del lugar recomiendan a los huéspedes no salir por la noche debido a la creciente delincuencia.
Lo peor es que no hay semana sin ejecuciones en esa zona; por otro lado, cada caso es peor que el anterior y los niveles de violencia escalan cada vez más.
Platico con una reportera que tiene su base de operación en Coatzacoalcos; explica que el crimen perpetrado el pasado fin de semana contra los miembros de una familia, cuatro niños incluidos, acentuó la percepción de que ese lugar es tierra de nadie: “las calles están vacías; antes la gente salía, por ejemplo, a correr al malecón el domingo; hoy ni eso… este fin de semana fue muy evidente el miedo porque no encontrabas personas, ni temprano ni tarde; parece que el movimiento habitual se detuvo…”.
No existe un estado de excepción ni un toque de queda en Coatzacoalcos; sin embargo, los pobladores y sobre todo los visitantes prefieren no salir en las noches por miedo a ser víctimas de la delincuencia. Es como si se hubiera suspendido el ejercicio de los derechos y las garantías de la población, como lo consigna el Artículo 29 de la Constitución Política en los casos de “invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto”.
Como contexto, recordamos que el pasado sábado 24 de junio una familia de seis personas fue asesinada en dicho municipio del sur veracruzano; y aunque las autoridades interpretaron el hecho como una venganza contra el jefe de esa familia tras el homicidio de un líder criminal, lo cierto es que esa explicación del gobierno no contribuyó a disminuir o apaciguar la preocupación de una sociedad lastimada por los elevados índices delictivos.
A los habitantes de esa región tampoco consuela el dato que indica que durante los últimos dos años, 2015 y 2016, el índice que ejecuciones atribuidas a la delincuencia organizada se disparó en 132 por ciento. Ese, finalmente, es un número frío para ellos, una estadística más; la realidad es que los homicidios dolosos, los secuestros y las extorsiones contra empresarios, comerciantes, trabajadores y hasta jubilados son cada vez más frecuentes en un lugar donde las autoridades –municipales, estatales y federales– simplemente no han podido con la obligación de garantizar la seguridad pública.
Ese hecho criminal, el asesinato de cuatro menores, nos dicen, fue la gota que derramó el vaso en el tema de la inseguridad en Coatzacoalcos, donde los problemas de los despidos y la crisis de la industria petrolera ya tenían en jaque a los empresarios, comerciantes y profesionistas.
Si a esos problemas sociales –delincuencia, violencia y desempleo– se suma el hecho de que en Coatzacoalcos la pobreza alcanza a más del 34.6 por ciento de la población; en Minatitlán, al 41.8; y en Nanchital, a casi el 35 por ciento, el resultado es un coctel dramático y lamentable.

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